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Hasta la Eterna Cita

  • Foto del escritor: samuel gaitan
    samuel gaitan
  • 30 sept
  • 3 Min. de lectura

Hasta la Eterna Cita


Te agradezco, Dios de la vida, porque un día,

en su designio de bondad sin par,

puso en mi camino tu mirada tan querida,

y me permitió, tan brevemente, amar.


Amar tu risa, tu palabra, tu presencia,

ese instante fugaz que fue un siglo de luz.

Fue un préstamo celeste, una dulce esencia

que se guarda en el alma más allá de la cruz.


Aunque el silencio llegó y partiste tan pronto,

y mi mundo se vistió de un frío atardecer,

no es un adiós lo que guarda este sitio,

sino un "hasta luego" que volveré a tener.


Porque mi fe es la brújula que no se rinde,

la que mira al cielo con firme clamor,

sabiendo que Jesús, que todo lo ciñe,

te tiene a su lado, libre de dolor.


Y allí, en ese reino de paz y de gloria,

donde el Todopoderoso su luz derramará,

tú estarás con Jesús, contando mi historia,

dándome la bienvenida cuando por fin llegue allá.


Será el abrazo que cure todos los años,

en la rivera de un río de eterno fulgor.

Será el gozo perfecto, librado de daños,

juntos, por siempre, al lado del Señor.


Hasta el Reencuentro

Te conocí como un regalo del cielo,

un ángel que Dios puso en mi camino,

con tu sonrisa rompiste mi anhelo,

y el amor floreció como designio divino.

Gracias le doy al Señor cada día,

por haberte traído a mi existencia,

por cada momento, cada alegría,

por tu amor, tu luz, tu presencia.

Aunque ya no estés a mi lado,

y el dolor habite en mi pecho,

sé que en el cielo sagrado

descansas en tu lecho.

No fue un adiós, fue un hasta luego,

una despedida temporal,

porque sé que con el fuego

del amor que es eternal.

Un día cruzaré ese umbral de gloria,

y allí estarás esperando,

junto a Jesús, en Su victoria,

con los brazos abiertos, sonriendo.

Te veo dándome la bienvenida,

en el reino de paz infinita,

donde no hay muerte ni herida,

donde el amor nunca se marchita.

Al lado del Padre Todopoderoso,

en mansiones de luz celestial,

nos reuniremos, dichosos,

en ese hogar eternal.

Gracias, Dios, por haberla enviado,

por permitirme amarla tanto,

aunque mi corazón esté quebrado,

sé que en el cielo romperé en llanto.

Llanto de gozo al verte de nuevo,

en la presencia del Rey de reyes,

donde todo dolor será nuevo

y cumpliremos las divinas leyes.

Espérame, amor mío querido,

que pronto llegaré a tu lado,

donde Cristo nos habrá unido

en Su reino glorificado.


Eterna Gratitud


En la brisa aún escucho tu voz,

dulce canto que el alma acaricia,

te fuiste temprano, mas Dios,

me dejó tu amor como bendita caricia.


Fuiste luz en mi sendero oscuro,

guía fiel en mis días inciertos,

y aunque tu cuerpo duerme en lo profundo,

tu espíritu vive en mis recuerdos.


Le agradezco a la vida tu llegada,

fuiste regalo del cielo divino,

y aunque tu partida dejó mi mirada

con lágrimas, sigo firme en el camino.


Sé que un día, al cruzar la frontera,

cuando la muerte ya no tenga poder,

te veré sonriendo en la primavera

del Reino donde no hay más que renacer.


Allí estarás, al lado de Jesús,

con los brazos abiertos, radiante de amor,

dándome la bienvenida a la luz

del Dios Todopoderoso, eterno Señor.

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