CAPITULO 10 El Amor y la Fuga
- samuel gaitan
- 21 ago 2024
- 3 Min. de lectura
Sonata I: La Decisión de Zamur
Entre los cielos brillantes, en la víspera eterna,
Zamur se debatía, entre el amor y su quimera.
Su alma libre, forjada en el viento y el fuego,
no podía ser atada, ni siquiera en ese ruego.
Lauvalentina, pura, su amor tan fiel y profundo,
esperaba al guerrero, su enlace con el mundo.
Las leyes celestiales dictaban el destino,
pero Zamur, siempre errante, ansiaba su camino.
Y en la sombra de la noche, con las estrellas en su piel,
Zamur abrió el portal hacia un reino sin cuartel.
El Cielo 200 lo llamó con susurros de misterio,
allí donde el tiempo flota en un juego etéreo.
No había cadenas, ni promesas, solo el vasto infinito,
y Zamur, en silencio, dejó atrás lo más bonito.
Se fue a buscar lo inexplorado, lo incierto y lo distante,
dejando a Lauvalentina en un amor flotante.
Canción I: El Lamento de Lauvalentina
"Vuela alto, mi amor, si ese es tu deseo,
las estrellas te llaman en su largo paseo.
Te veré entre galaxias, en destellos brillantes,
aunque duela el vacío, aunque sigas distante."
Lauvalentina cantaba en la noche estrellada,
su voz, un lamento, de pasión desbordada.
Sabía que el amor no podía contenerlo,
que Zamur, en su ser, debía seguir siendo cielo.
"No te culpo, Zamur, por el camino elegido,
aunque en mi pecho dejas un vacío encendido.
Te esperaré siempre, en este cielo bendito,
pues sé que nuestro amor trasciende lo finito."
Y así, su canto resonó entre las estrellas,
en los cielos distantes, en las luces más bellas.
Sabía que su unión no dependía del lugar,
sino del alma, que en cualquier dimensión podía amar.
Poema Final: Amor Más Allá del Cielo
Canto I: El Portal Abierto
Zamur cruzó el portal, hacia un cielo distinto,
con el viento a su espalda, en un viaje infinito.
El Cielo 200, un reino de eternidad flotante,
donde el tiempo y el espacio no son tan constantes.
Pero en su pecho, una llama siempre ardía,
el amor por Lauvalentina, que nunca se extinguía.
Sabía que su destino no estaba atado a un suelo,
pero en su corazón, ella era su anhelo.
Canto II: El Dolor del Abandono
Lauvalentina sintió el frío de la ausencia,
una mezcla de tristeza y calma en su esencia.
Entendió que el amor verdadero no es poseer,
sino dejar volar, en libertad, en cada amanecer.
Su corazón, aunque dolido, no guardaba rencor,
pues el amor de Zamur seguía siendo su clamor.
Sabía que, más allá del dolor temporal,
existía un lazo inmortal, un nexo espiritual.
Canto III: La Promesa Inquebrantable
Y aunque Zamur siguió explorando cielos y estrellas,
sabía que su amor por ella era más fuerte que ellas.
Lauvalentina, en su reino, continuaba en paz,
confiando en que algún día, él volvería, quizás.
No importaba cuántas dimensiones cruzara,
ni cuántos mundos Zamur alcanzara,
el amor que los unía no conocía frontera,
era un lazo eterno, que nunca muere ni altera.
Canto IV: El Amor que Trasciende
Así, en el vasto infinito, Lauvalentina y Zamur,
continuaron su viaje, en amor tan puro.
No importa dónde estén, ni el cielo en que vivan,
su amor es eterno, más allá de la vida.
Porque el verdadero amor no ata ni encierra,
es la fuerza que eleva, que todo destierra.
Y aunque sus cuerpos estén en cielos lejanos,
sus almas se encuentran en lugares insanos.
En la noche más oscura, o el día más brillante,
Zamur y Lauvalentina siguen siendo constantes.
Unidos en el corazón, en la eternidad del cosmos,
más allá de las estrellas, más allá de los astros.
Tras el beso, Lauvalentina y Zamur sabían que debían casarse según las leyes celestiales. Pero el alma libre de Zamur se debatía entre su amor por Lauvalentina y su deseo de seguir explorando el universo. En la víspera de su boda, cuando la presión y las expectativas alcanzaron su punto máximo, Zamur tomó una decisión. Sabía que no podía ser atado a un solo lugar, ni siquiera por amor.
En secreto, abrió un portal cuántico que había descubierto en su primera visita al Cielo 100. Este portal llevaba a un reino aún más distante, el Cielo 200, un lugar donde las leyes del tiempo y el espacio eran más flexibles, donde podía continuar su búsqueda interminable de desafíos y conocimiento.
Lauvalentina , al darse cuenta de la desaparición de Zamur, sintió una mezcla de dolor y comprensión. Sabía que su amor por él no podría detenerlo, pero también entendía que su conexión trascendía cualquier cielo o dimensión.









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