CAPITULO 9 El Misterio del Guerrero Enmascarado
- samuel gaitan
- 21 ago 2024
- 3 Min. de lectura
A pesar de su dureza exterior, el corazón de Zamur comenzó a ablandarse ante la presencia de Lauvalentina. Deseaba conocerla, pero pronto descubrió que ella estaba prometida a un guerrero misterioso que nunca había mostrado su rostro, siempre oculto tras un casco indestructible. La noticia lo llenó de confusión y celos. ¿Cómo podía ser que una criatura tan perfecta estuviera destinada a alguien que nunca se había revelado?
Impulsado por su deseo de saber la verdad, Zamur decidió enfrentarse a este guerrero en un duelo. La batalla fue feroz y la fuerza de su oponente igualaba la suya. Sin embargo, en un movimiento de desesperación y pasión, Zamur logró romper el casco del guerrero, revelando algo que nunca habría imaginado: debajo del casco estaba Lauvalentina, la mujer que había robado su corazón.
Lauvalentina, ahora expuesta, no pudo ocultar más su identidad. Confesó a Zamur que había tomado la forma de un guerrero para probar a los hombres más fuertes de los cielos y encontrar a aquel que fuera digno de su amor. Conmovida por la valentía y la fuerza de Zamur, Lauvalentina lo besó, sellando su destino.
Canto I: El Corazón de Piedra y Fuego
En el alma de Zamur, tan dura como el hierro,
algo comenzó a cambiar, un susurro interno.
Ante Lauvalentina, la luz que nunca se apaga,
su corazón, antes frío, de a poco se ablanda.
Ella, tan perfecta, tan lejos de su ser,
prometida a un guerrero que nadie podía ver.
Oculto tras un casco, indestructible y cruel,
el rival de Zamur, en la sombra fiel.
El deseo de saber, de ver la verdad,
quemaba en Zamur con amarga ansiedad.
¿Cómo alguien tan perfecta, tan llena de vida,
podía amar a un rostro que siempre se escondía?
Sonata I: El Duelo de los Cielos
Y así, impulsado por celos y pasión,
Zamur desafió al guerrero sin condición.
El campo de batalla, un firmamento estrellado,
donde dos almas lucharon, destino encontrado.
Los cielos temblaron, el cosmos observó,
una lucha feroz, de fuerza y de ardor.
Las espadas brillaban, el aire crujía,
pero ninguno cedía, su fuerza igual fluía.
Con cada golpe, la furia crecía,
más allá del orgullo, la verdad latía.
Zamur, en desesperación y deseo,
hizo un movimiento que cambiaría el juego.
Trino I: El Casco que Se Rompe
En un destello de furia y de fuego,
el casco cayó, revelando el misterio.
Zamur, con el alma en asombro clavada,
vio lo que nunca pensó: la mujer amada.
Lauvalentina, ahora descubierta, expuesta ante él,
no podía ocultar más su ser fiel.
Sus ojos, brillantes, de amor y de pena,
miraron a Zamur, revelando la escena.
Ella había sido su rival todo el tiempo,
un guerrero oculto, un eterno intento.
Su misión no era guerra, sino probar,
a los hombres más fuertes, para amar.
Canto II: La Confesión de Lauvalentina
Lauvalentina confesó, con el corazón abierto,
que buscaba a alguien digno, fuerte y despierto.
Un guerrero que, en batalla o en dolor,
pudiera igualar su espíritu y valor.
Zamur, conmovido por su confesión,
sintió en su pecho una nueva emoción.
La fuerza que siempre había buscado,
no era solo en la lucha, era en lo amado.
El casco roto, las máscaras caídas,
no había más secretos, solo vidas unidas.
Lauvalentina lo miró con ternura y verdad,
y en un beso sellaron su realidad.
Sonata II: El Beso del Destino
El beso, profundo, más allá de las estrellas,
fundió sus almas como dos centellas.
El cosmos observaba en su esplendor,
la unión de dos guerreros en un solo amor.
Ya no había dudas, ya no había temor,
Lauvalentina y Zamur, en un único ardor.
Juntos caminarían por cielos y dimensiones,
no como rivales, sino como pasiones.
Sus almas, enredadas, tejieron su lazo,
un destino eterno, un amor sin rechazo.
El guerrero y la mujer, ahora uno,
caminaban juntos bajo el mismo cielo y su brillo oportuno.
Trino II: La Promesa de los Cielos
Lauvalentina, con su fuerza intacta,
prometió a Zamur una vida de pacta.
No solo de amor, sino de lucha y poder,
juntos, explorarían lo que queda por ver.
Las dimensiones, los cielos y el espacio sin fin,
serían testigos de lo que habrían de vivir.
No había más secretos, no más fronteras,
solo el eco de sus almas, sin barreras.
Y así, en el Cielo 200 y más allá,
Zamur y Lauvalentina en eterna paz,
sellaron su destino, su lucha y su vuelo,
un amor que trascendía la tierra y el cielo.
Canto Final: El Amor que Nunca Muere
Así, bajo las estrellas y en el tiempo perdido,
Zamur y Lauvalentina, el amor no prohibido,
caminan juntos, guerreros y amantes,
tejiendo leyendas en cielos vibrantes.
Su historia es eterna, más allá del universo,
un amor sin fronteras, un lazo inmerso.
En cada rincón del cosmos, su eco resuena,
Lauvalentinay Zamur, en amor que enciende y serena.






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