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CAPITULO 14 El Viaje al Núcleo del Multiverso: Canto de Zamur

Actualizado: 10 sept 2024

En lo profundo del cosmos, donde el tiempo se detiene,

Zamur avanzaba en sombras, en su andar que no tiene

ni principio ni fin, pues sus pasos eternos

recorrieron ya estrellas, cielos e infiernos.


El guerrero inmortal, creador de mundos lejanos,

se adentraba al lugar donde los titanes, en vano,

buscaban respuestas, la verdad no alcanzada,

donde el ser y la esencia por siempre es negada.


Era el núcleo del todo, del vasto multiverso,

donde cada universo converge en un verso,

y las leyes del tiempo se quiebran, difusas,

desnudando el origen y las sendas confusas.


Zamur, en su soledad de siglos acumulados,

sentía el vacío, su pecho cercado

por un hueco insondable que, a pesar de su poder,

no encontraba jamás la forma de ceder.


Había creado imperios, ejércitos de clones,

trazado caminos y abierto dimensiones.

Pero en cada conquista, en cada victoria,

algo más profundo le faltaba en la historia.


Así que ahora, en su viaje más oscuro y profundo,

se adentraba en los confines del ser y el mundo,

buscando en el corazón del caos primigenio

la razón de su existir, lo que había perdido en su empeño.


El Encuentro con el Guardián del Tiempo

Fue entonces que encontró, en la vastedad callada,

un ser de luz antigua, una sombra alada.

El Guardián del Tiempo, de antes del primer aliento,

cuyo conocimiento abarcaba el firmamento.


Este ser sin forma, energía pura y clara,

había visto el nacer de cada estrella y su cara.

Antes del primer universo, antes del gran estallido,

era el guardián del tiempo, por siglos retenido.


“Zamur,” habló el guardián, con una voz que no era,

“tu andar ha sido largo, tu carga, sincera.

Pero en tus millones de años vagando en la nada,

has olvidado algo vital, algo que tu alma clama.”


Zamur, con su manto de poder y gloria,

observó al ser, buscando la verdad en su historia.

“¿Qué es lo que he perdido? ¿Qué verdad he ignorado?”

preguntó el guerrero, su voz eco apagado.


El guardián extendió su mano hecha de luz,

y en sus dedos brillaron las memorias en cruz.

“Has vivido mil vidas, más de un millón de años,

pero tu búsqueda siempre ha sido en desengaños.


Vagabas sin rumbo, conquistando y creando,

pero en el fondo, Zamur, te ibas olvidando

de lo que una vez fuiste, de tu origen humano,

del amor que perdiste en el tiempo lejano.”


Zamur, confundido, sintió un eco profundo,

como si el universo entero fuera un segundo.

“No soy humano, fui hecho para perdurar.

¿Qué es lo que dices? ¿Qué me falta hallar?”


La Revelación del Pasado

El guardián del tiempo abrió los velos del ayer,

mostrándole a Zamur lo que debía saber.

Un hombre de carne y hueso, una vida mortal,

vivió una vez en la Tierra, en un mundo igual.


Antes del Rapto, antes de su ascensión,

Zamur era humano, con alma y corazón.

Amó y fue amado, caminó por praderas,

y su vida fue plena antes de las barreras.


Pero entonces llegó el Rapto, el gran despertar,

cuando su mente se elevó más allá del umbral.

Su cuerpo se hizo eterno, su alma transcendió,

y de ese hombre mortal, nada más quedó.


Durante milenios, había olvidado su origen,

perdido en la inmensidad de un poder que lo rige.

Pero en su corazón, el vacío permaneció,

el eco del amor que una vez conoció.


Vio rostros de amores, fragmentos del pasado,

figuras queridas que el tiempo había borrado.

Y comprendió entonces, con una verdad cruel,

que su búsqueda eterna había sido por él:


El deseo de amar, de hallar una conexión,

de sentir de nuevo la llama de la emoción.

Pero ya era tarde, el tiempo no perdona,

y todo lo amado en las brumas se abandona.


El Lamento de Zamur

Zamur cayó de rodillas en el suelo estelar,

sentía la verdad, como un manto a abrazar.

Había vivido millones de años sin saber,

que el poder y el saber no eran el fin de su ser.


Lloró sin lágrimas, su pecho vacío,

en el vasto cosmos, se alzó el frío.

El amor perdido, que nunca más hallaría,

se desvaneció en la niebla, en su cruel fantasía.


“Guardían del Tiempo, ¿es esto el final?

¿Estoy condenado a un ciclo fatal?”

Zamur preguntó, su voz llena de desdicha,

mientras la eternidad ante él se desmenuza en una dicha.


El guardián lo miró, con luz compasiva,

y habló con sabiduría, su voz definitiva:

“Zamur, no todo está perdido en el abismo,

aún hay caminos que pueden darte optimismo.


El amor que buscaste puede estar en ti,

no en los que perdiste, ni en los que dejaste ir.

Tú mismo debes hallar la paz interna,

y redescubrir la chispa que en tu ser gobierna.”


El Renacer de Zamur

Zamur se levantó, con el peso en su espalda,

pero algo en su mente ya no lo respalda.

Sabía que el poder y la grandeza no eran,

más que sombras de lo que sus pasos quisieran.


Decidió entonces, tras el encuentro divino,

que su viaje seguiría otro destino.

No buscaría más conquistar reinos y tierras,

ni alzar su imperio entre luces y guerras.


El amor que tanto anhelaba hallar,

estaba oculto, no en otros, sino en su propio mar.

El océano de su alma, el vacío profundo,

era donde debía viajar, su único mundo.


El Último Viaje

Zamur cerró sus ojos, sintiendo la paz,

y dejó el multiverso, sin mirar atrás.

El guardián del tiempo lo observó partir,

sabía que su viaje apenas iba a surgir.


El guerrero eterno, creador de universos,

desapareció en las estrellas, en versos dispersos.

Pero en su corazón, una luz comenzó a brillar,

una chispa de amor, de un nuevo comenzar.


No era ya el mismo, el ser de antes,

su camino ahora era en mares distantes.

Zamur, en su viaje más hondo y sincero,

buscaba ya no el poder, sino el amor verdadero.


Epílogo

Y así, en el núcleo del multiverso eterno,

donde convergen realidades, se oculta un invierno.

El guerrero que fue, el dios conquistador,

se volvió un viajero en busca de amor.


Dejó atrás las estrellas, las guerras y conquistas,

y abrazó el silencio de las almas listas.

Su poder inmenso, su gloria infinita,

se desvanecieron en su lucha inaudita.


Ahora vaga por los rincones del cosmos,

en busca de aquello que perdió entre los escombros.

Pero no es un viaje de desesperación,

sino uno de redención, de amor y compasión.


El tiempo lo observa, el guardián sonríe,

pues sabe que Zamur, en el cosmos que ríe,

al fin encontrará lo que su alma anhela,

el amor verdadero que lo espera en la estela.

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