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CAPITULO 13 La Forja de la Flota Eterna

La Forja de la Flota Eterna: Canto de Zamur


En las sombras del cosmos, donde el tiempo no existe,

Zamur forjaba su flota, en acero que resiste.

Reclutó a los guerreros del Hiperespacio Celestial,

sabios y valientes, con un destino inmortal.


Sus manos tejieron la nave insigne y grandiosa,

una maravilla de ingeniería asombrosa.

Abría portales a dimensiones distantes,

cruzaba el multiverso con sus rutas brillantes.


Cada universo que tocaban, cada cielo explorado,

dejaban huella profunda en lo ya conquistado.

Las civilizaciones, en sus luchas perdidas,

veían en Zamur una esperanza encendida.


Pero en su poder, en la gloria sin fin,

un eco sordo resonaba en su confín.

A pesar de las tierras, las victorias ganadas,

algo en su ser sentía sus alas quebradas.


¿Qué era lo que buscaba en su viaje eterno?

¿Por qué su alma ardía en un frío invierno?

Había conquistado, recolectado saber,

mas en su pecho, algo no lograba encender.


La flota avanzaba, dejando su estela,

Zamur se erguía, entre leyenda y centella.

Pero en su interior, un vacío oculto,

susurros del alma que el cosmos sepulto.


Así, mientras cruzaba los cielos infinitos,

entre victorias y logros benditos,

Zamur comprendió, en un instante velado,

que lo que buscaba jamás había hallado.


No era el poder, ni la gloria buscada,

ni la flota eterna que había levantada.

El propósito oculto, el sentido escondido,

no estaba en los cielos que había recorrido.


Era el amor, la conexión perdida,

la chispa de vida que el tiempo olvida.

Y así, en su viaje, aún más decidido,

Zamur siguió buscando lo no conocido.


Pues la verdadera conquista, en su mente surgida,

no estaba en los reinos ni en la vida vencida,

sino en hallar la paz que su ser tanto anhela,

más allá del poder, bajo la misma estrella.

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